Emocionar y transformar: gracias 2018, hola 2019

Publicado por Juanjo Brizuela en

A Friedrich Nietzsche no le faltaba razón: «Sin música la vida sería un error». Mirad que ha habido veces y veces en las que hemos escuchado «son cosas de filósofos«, como considerar que sus reflexiones y sus frases son vacuas, aunque en realidad nos enseñan mucho de la vida y de las personas. No reconocerlo además de injusto sería una bofetada a la inteligencia humana aunque evidentemente cada cual debería colocarlo en el lugar que considere. Para mí, al menos, es una de mis prioridades en el desarrollo de «este tal yo».

Estas últimas horas de 2018 nos llevan a mirar hacia atrás para revisar lo acontecido durante estos casi 365 días y al mismo tiempo intentar alumbrar lo que nos gustaría que fuera el 2019. Son muchas las cosas que se amontonan cuando piensas en lo que ha sido el año pero lo bueno que tiene semejante barullo de ideas, reflexiones, conversaciones, debates, miradas, cafés y cervezas, preguntas, lloros, sueños e ilusiones es que se van situando entre lo vivido y lo aprendido. Porque aquellas cosas que aprendemos no son porque nos las cuenten, las aceptemos e interioricemos como tal, sino porque en realidad las ponemos en acción, y es entonces cuando aprendemos de verdad. Como escuchar el son de los primeros compases de la música y empezar a bailar.

2018 apareció con la intención en plural, es decir, con la capacidad de «estar juntos, ser juntos y hacer juntos», reconociendo que somos en la medida con los demás, tanto con aquella gente con quien coincides como con la que diverges. Más que nunca reconozco que quienes te acompañan construyen y desarrollan una parte de ti, y también nosotr=s mismos, quienes tratando de ayudar (o no) a construir y desarrollar en «el otro lado», también nos desarrollamos igualmente. Me ha pasado en los proyectos, me ha pasado en lo personal, me ha pasado en el ocio. Más que nunca esa mano que apretaba la mía, la nuestra, ha estado presente… aunque también a veces no ha apretado lo suficiente o bien no he apretado lo que debía.

Quienes jugamos con las palabras tratamos de condensar ilusiones, realidades y razones en pocas palabras, en una sola a veces; quienes intentamos reproducir y construir espacios y momentos para el disfrute de otras personas, tratamos de simplificar todo ello en un único concepto, en una única palabra. En branding es muy habitual, y recomendable, buscar un concepto, esa idea, LA palabra que te moviliza porque a partir de ella es más sencillo complementarla con otra serie de aspectos que la rellena, la muestra atractiva, confortable y sobre todo importante para las personas.

De este 2018 me quedo con dos palabras: emociones y transformar. Aunque pueda sorprender, redescubro que lo que realmente nos moviliza es la sensación de emocionar, emocionarte y emocionarnos. Los días pasan tan rápido, las acciones son tan inmediatas, lo urgente, el «ya mismo» y «vas tarde», el dedo que pasa rápido por la pantalla, pulsar el «R» de actualizar en la pantalla, todo es tan inmediato que nos hace perder el sentido y, en más ocasiones, evaluamos cada momento como el anterior sin pararnos a pensar si realmente merece la pena o hemos hecho el esfuerzo suficiente para que merezca la pena. Es entonces cuando reconoces que si te esfuerzas en que ese momento sea especialmente memorable, que cada momento por muy pequeño que sea cuenta, es lo que realmente, perdón por la reiteración, de verdad merece la pena. Puede ser una frase de un libro, una mirada, una explicación de una parte del proyecto donde quieres dar en el clavo, una pregunta adecuada, un post it en una mesa, un regalo por-que-me-apetece, una mirada fija, un mensaje por_que_sí en el whatsapp, un corazón en una frase de otro, una palmada en la espalda, ese guiño cómplice, una melodía de una canción. Pasamos tan rápido por tantas cosas, prestamos tan poca atención, que hacemos de la vida como algo que pasa sin más, y en cambio (y mira que tengamos que recordarlo) tratar de emocionar en el otro lado, a otra persona, es algo que no deberíamos dejar escapar jamás. ¡Psist! hay también emociones negativas, también hay golpes que duelen, hay también ignorancia, silencios durísimos y hay «no» disfrazados que hacen su trabajo emocional. De esos, también hay. Pero es la vida, amig=s.

Y por último, transformar. La palabra «cambio» parece que da vértigo con solo nombrarla, porque ¿para qué cambiar?. Y no le falta razón salvo que necesites dar un giro radical en cualquier aspecto de tu vida. Quizá por eso me parece que la palabra transformar es más amable pero a la par igual de rotunda. Transformación significa que un estado cualquiera adquiere una nueva dimensión, no la contraria ni la opuesta, sino un proceso que te va llevando hacia algo diferente. La palabra transformar la aplico especialmente en la parcela profesional, en mi trabajo diario de tratar de conectar marcas con personas. Las marcas deben ser capaces de ser transformadoras de comportamientos, de mensajes que activen, de personas que modifiquen pensamientos o simplemente de transformadoras a nivel interno, que tanta falta hace. Marcas que van más allá del mero mensaje, marcas que quieren tomar partido y que quieren tener una posición clara desde la que enfocar sus relaciones con las personas y convertirse en importantes y relevantes para ellas. Branding y transformación este año han caminado muy juntas.

Y transformar también en lo personal. Si nos miramos a nosotros mismos nos daremos cuenta de que no somos exactamente igual que hace 3 años, que no pensamos lo mismo que hace unos meses y probablemente que no pongamos en nuestro orden de prioridades las mismas cosas que hace mucho tiempo. Nos transformamos y esto es algo muy positivo.

Así que cogimos de la mano a Nietzsche y lo pusimos en este 2018 a hacer que la vida, mi vida, adquiriera un poco más de sentido a través de la música. El 1 de enero comencé un reto: #UnDíaUnaCanción, una canción cada día del año que intentara reflejar o mi estado de ánimo, o un momento preferido para alguien importante para mí, una petición o simplemente una melodía que en algún momento de vida ocupó un lugar importante. De este proyecto personal he aprendido mucho: descubrí a mi Poeta Halley, ése que me susurra cada día y me hace qué pensar, he aprendido que la emoción por supuesto de la música es extrema, grupos y cantantes que no conocía tanto y sobre todo cómo interiorizar que nuestra vida pasa por circunstancias que nos hacen mejorar cada día. Sí, la música. Ha sido como emprender un camino personal, una exigencia propia y trabajarla y reflexionar y aprender de ella. Os lo recomiendo.

Y así ha sido como entre todo lo que ha pasado en este año, la música, mi vida personal (con cambios muy importantes), mi vida profesional (un año más, increíble, y con infinitas gracias a quienes me ayudan día tras día, proyecto a proyecto, cliente a cliente), el ocio (mi gente que me rodea, que me emociona y de quienes aprendo cada día), las lecturas (mi refugio), las carreras de madrugada (el balcón de la inspiración y las soluciones al crucigrama de la vida), el basket (en especial valoro el ingente trabajo fuera de pista), mis hojas del cuaderno llenas de escritos (el entrenamiento en busca de palabras que emocionen, de sueños que cobran vida y de ejercicios emocionales de pelo en punta y lágrimas profundas) ha pasado un nuevo año en el que puedo afirmar que estas dos mágicas palabras, EMOCIONES y TRANSFORMAR, no se van a quedar refugiadas en el cajón del 2018 para siempre sino que espero que durante el 2019, estén más presentes que nunca. Os dejo la canción que probablemente diga TODO de mi 2018:

Una vez más:

Gracias por estar ahí.

Gracias por cada segundo que pasáis entre estas líneas del blog. 

Gracias por emocionar. 

Gracias.

Sed felices.

FELIZ 2019.

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La foto de inicio es de Flickr, de Ian D. Keating


2 commentarios

Julen · 01/01/2019 a las 21:40

Va a ser que hay que vivir con intensidad lo que tenemos entre manos porque solo parece que pasamos una vez por aquí, ¿no? Un abrazo, Juanjo.

Juanjo Brizuela · 02/01/2019 a las 15:29

@Julen: pues sí, con mucha intensidad y al mismo tiempo con el suficiente atrevimiento para ser capaces de transformar cosas… al menos, ésa parece la intención. A ver cómo nos va. Feliz 2019, compañero!

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