El día que dejamos de ser exigentes

Publicado por Juanjo Brizuela en

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Me gustaría saber en qué momento dejamos de ser exigentes. En qué preciso momento, año, mes o día dijimos por primera vez aquello de “…¡bah, total, qué más da!…”. Ese fatídico día, aquellos dos segundos de dicción y los minutos anteriores en que pensamos que algo tenía que decir y soltamos aquel improperio. En aquel momento comenzamos posiblemente a cavar una pequeña-gran tumba que ahora tiene muchísimos metros de profundidad.

Me gustaría saber también qué fue lo que nos llevó a dar por suficiente algo que quizá podría haber sido mucho mejor, aquello que nos llevó a no pedir un poco más vaya-usted-a-saber-por-qué, o aquello que nos llevó a mirar a otro lado para evitar suspicacias, malinterpretaciones, incomodidades… Evitar y/o dejar pasar problemas ha sido y es históricamente una actitud frecuente para no incomodar a la otra persona que tenemos frente a nosotros. Seguramente cuando alguien escribió por primera vez “empatía” no se refería precisamente a esto.

Siento vértigo al pensar que tenemos bastante responsabilidad como consumidores y clientes, al haber renunciado expresamente a que el sentido crítico, el sentido del esfuerzo,, el sentido de la inquietud, el sentido del busquemos algo más, hayan pasado a ocupar el listón más bajo de las expectativas planteadas, hasta el punto de que hemos perdido credibilidad y sobre todo criterio a la hora de tomar decisiones y lograr así que esas decisiones estén basadas bajo criterios de valor aportado, valor percibido, y valor recordado.

Definitivamente, hemos bajado el listón.

Leí y releí hace unas días un extraordinario artículo titulado Y así llegó el final de la clase media en el suplemento Papel del diario El Mundo, que me dio por pensar que o estaba todo premeditado desde otras esferas y se les fue de las manos o frente a nuestras voraces ansias de vanidad, avaricia y fachada respondimos de la manera más miedosa, llena de pánico y cómoda, de renunciar a una actitud más responsable, más crítica y más exigente, no digo que no, fruto en muchos casos de la desesperación y la frustración.

Howard Gardner, neurocientífico y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, nos deja entre otras perlas en una reciente entrevista en La Vanguardia, alguna que todavía nos «desnuda más» (los subrayados son míos):

…Otra mirada estrecha lleva a estudiantes y profesionales comodones a ser lo que consideramos inerciales, es decir, a dejarse llevar por la inercia social e ir a la universidad, porque es lo que toca tras la secundaria; y a trabajar, porque es lo que toca tras la universidad…, pero sin darlo todo nunca.

Sin ilusión, la vida se queda en obligación.

Y otros son transaccionales: en clase cumplen lo mínimo y sólo estudian por el título; y después en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo, pero sin interesarse de verdad limitan su interés y dedicación. Y son mediocres en todo.

Permitimos noticias en los medios sin contrastar, pasamos por alto contenidos y programas en televisión que denigran la más básica de las condiciones humanas, el respeto y la dignidad porque lo tomamos a risa, miramos a otro lado cuando se mencionan personas, ideas, razonamientos en medios sociales desde el anonimato y la descalificación más burda, escogemos productos en el lineal sin revisar nada, ni caducidad, condiciones ni ingredientes dañinos aun sabiéndolo que es así. Damos por hecho el “total para qué” por no incomodar a quien nos oye, permitimos cualquier solución, trazo y color para un simple pero esencial logotipo, «total es para una página de power point que no va a ningún lado», arriesgamos nuestra propia salud, sí nuestra salud, por un puñado de promesas vacías y sin fundamento alguno, «total si es una tontería». Y así podemos seguir y seguir y seguir. Categorías de mercado, productos, servicios, viajes, relaciones, ocio e información, etc, etc, etc.

Pero no toda la responsabilidad es de nosotros, pobres consumidores y clientes “que-nos-han-engañado-y-nos-engañan–nos-dejamos-engañar-como-bobos”, que soltamos nuestras rabietas en conversaciones de bar y apretamos los puños clamando justicia y comprensión. Tenemos mucha responsabilidad… y lo sabemos. Pero no somos los únicos. Me da aún más rabia que haya proyectos, organizaciones, instituciones, marcas, sí, MARCAS con mayúsculas que han cedido su cuota de responsabilidad en aportar conocimientos, provocar debates y reflexiones sobre una mayor y mejor condición sinequanon e incluso ayudar a comportarse como se debe a los mercados, haciendo que el beneficio por el beneficio se convierta en medio y en fin sin reparo ni miramientos. En un mercado de K.O’s y desesperación a la baja sin fundamento ni criterio, donde no se valora el valor añadido y donde cualquier nueva innovación se toma a broma y en el típico “… bah, eso son cosas de frikis, pájaros y nubes…”.

Tú MARCA, sí tú, tú has sido cómplice de todo esto que está pasando. Tú has hecho que la gente mire para otro lado cuando le hablas y no te mire ni a los ojos. Tú has conseguido que no sólo no me intereses sino que lo que me interesa, me quedo sólo con la mitad de la mitad. Como esa legendaria frase publicitaria de «…sé que el 50% de mi presupuesto publicitario lo tiro por la ventana, lo que no sé qué 50% es…».  Tú, marca, te lo has ganado solita y eres tan culpable como los demás.

Y tú consumidor/a, tú que dices ahora que quieres estar mejor informado, que estás mejor preparado y que estás al día en todo lo que te rodea, muéstrame cuál de tus comportamientos diarios están alineados con criterio y rigor y con esfuerzo y cuáles te dan igual, manga por hombro. Tú consumidor/a que bajaste el listón hasta que solamente pudieras sobrepasarlo de puntillas, tú que buscaste siempre «el más barato», no pidas ahora responsabilidad cuando has sido el/la menos responsable de todo. Tú que dijiste aquello de “…¡¡bah, qué más da, si total…!!” ahora algo tienes que hacer con ello.

Un buen amigo me decía el otro día que para qué vamos a mirar para delante si aunque tengamos los ingredientes, otros tienen las sartenes escondidas. Y yo le decía que quizá es el momento de hacer nuevas sartenes y nuevos cazos. Porque sigo confiando en las personas con criterio, sigo confiando y mucho en aquellas personas que me quieren poner a prueba día tras día, proyecto a proyecto porque sé que sólo así es posible mejorar y subir un poco el listón, mi listón, nuestro listón. Sigo confiando en aquellas marcas que más allá de venderme algo lo que quieren es entablar una relación y conversación que me enseñe a tomar decisiones con criterio y con la suficiente objetividad para después poder elegir libremente. Confío en que la exigencia y el criterio tienen que ser el mínimo–comportamiento–deseable para que podamos ir saliendo de ésta sin tener que lamentarnos después de que “menos es imposible” y del “siempre habrá uno más barato”.

“Every brand has a corporate social responsibility initiative, but that doesn’t mean it should be furthered as a marketing opportunity,” said Traction’s Kleinberg. “You just have to put your money where your mouth is, and the the consumers will see that.” (vía «Brands have given consumers cause fatigue» – Digiday)

Se acabó dejar de darnos igual las cosas porque las cosas no dan igual. Sólo hay mejora cuando existe la voluntad de mejorar y hacer mejorar. Y aún estamos a tiempo.

Brands can and should change the world. And the best way to do that is to initiate, support and amplify causes that are connected to the brand’s business and mission.”

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La foto de inicio es de Flickr, de jk-digital


5 commentarios

Julen · 20/04/2016 a las 06:17

Bufff, me parece que hay tantas y tantas causas que conducen a una cierta relajación de costumbres. En parte es humano porque la tensión por el resultado excelente acarrea siempre inconvenientes. Pero como bien explicas, el asunto tiene su miga. Quizá sea cuestión de no bajar la guardia y colocar alertas que nos avisen de que estamos perdiendo el rigor. Complicado el asunto. Pero está bien que escribamos de ello, al menos para que no se nos olvide… 😉

Juanjo Brizuela · 21/04/2016 a las 09:42

@Julen: Siento muy cerca que en muchas ocasiones, lo suficiente es hasta donde se quiere llegar, rápido y sin complicaciones.

Quiero interpretar también la célebre frase de Voltaire de «Lo perfecto es enemigo de lo bueno», pero seguramente si caminásemos hacia lo perfecto, lo bueno sería el estado inicial.

Me cuesta pensar que el espíritu crítico deja de aflorar cada día más, que analizamos los temas sin dedicarle un tiempo de profundidad que veo necesario no sólo por el contraste sino por interiorizar mejor los por qué’s y los cómo’s.

Tema peliagudo pero le tenemos que ir poniendo coto para que deje de ser así

Emma · 16/09/2019 a las 17:10

Gracias @juanjo . Me han encantado estas reflexiones que comparto y día a día intento transmitir a los colegas de trabajo y también a mis clientes.
Espero que aun que hace tiempo que has escrito este post, sigas optimista con la sociedad.

Juanjo Brizuela · 17/09/2019 a las 08:18

Mil gracias Emma; me alegro de que te haya gustado.
La sociedad a veces me sorprende y me regala motivos para la esperanza. Así que piano piano. Solo pido que seamos un poco más responsables con lo que hacemos y cómo lo hacemos. En ese momento ten por seguro que todo irá un poquito mejor.
Besotes… gracias por pasarte «por aquí»

Isomorfismo y efectividad en las organizaciones | Jerónimo Sánchez | Consultor artesano en efectividad centrada en las personas · 06/05/2016 a las 20:47

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