Competir contra ti mismo

Publicado por Juanjo Brizuela en

Al «volver» hay siempre una mirada hacia donde te has ido y, sin quererlo expresamente, situamos ambos ante el tribunal de nuestras experiencias vividas y pensamientos. Pasa a menudo en las vacaciones, pasa también cuando conoces ciudades y pueblos que no tenías en tu listado de lugares visitados y sobre todo en culturas y maneras de funcionar que también contrastamos con nuestra realidad. Y más teniendo en cuenta además que esa realidad no es la real, salvo que te pille en momentos de trabajo o algo similar. Así las vacaciones son/serán ese momento donde constantemente vas comparando, evaluando, sin ningún ánimo crítico o sí, depende de cada quien, con el lugar del que partes y del «que paces».

Una de las cosas que más me llaman la atención en «esos momentos» es reconocer hasta qué punto lo que veo es fruto de la expresión de lo auténtico o bien es un resultado de la artificialidad de lo singular, en esta «sociedad de la seducción», como la denominaba Lipovetsky. Tengo aún un post a medio escribir con muchas notas de su libro, pero recuerdo con firmeza una frase que me golpeó bien fuerte:

Si la seducción crea algo, solo son ilusiones, fingimientos, simulacros que intentan ser tomados por realidades … Si bien la seducción es el problema, también forma parte de la solución: el mundo venidero espera una nueva sociedad de seducción, no su desaparición absoluta.

(Giles Lipovetsky – «Gustar y emocionar. Ensayo sobre la sociedad de seducción»)

No sucede solo en estos meses de verano; en el mejor de los casos es algo continuo pero una de las consecuencias de la gestión de las marcas territorio tiene que ver con el turismo que atrae, capta y trata de seducir hacia sus destinos. Es una capa más de la gestión de estas marcas, y sin duda, para much=s responsables institucionales (y privados), el turismo forma parte de la construcción, gestión y expresión de la marca territorio. No solo el cómo te conocen y en qué momentos te conviertes en una alternativa de valor para dentro de unos meses, sino en especial, qué propones para cuando ya tienes a las personas en tu territorio, y en qué medida lo prometido «entonces» se cumple «ahora».

Lógicamente me declaro turista, soy –somos– uno más entre estas hordas de personas que tratamos de encontrar vínculos que nos puedan unir en un «corto» espacio de tiempo con una ciudad, con un pueblo, con un territorio. Es en esta búsqueda de las relaciones donde comprobamos en qué medida nos conectamos con su propuesta prometida y, por otro lado al menos en mi caso, si esto que experimentamos tiene las mismas conexiones con mi ciudad, y cómo éstas se producen.

Hay una parte además que me interesa mucho:

¿en qué medida queda reforzada la autenticidad de la ciudad, no solo en lo singular que lo puede hacer diferente frente al resto, sino que sea un aspecto recordado y compartido por esas personas que vienen de fuera hacia sus entornos relacionales?.

Es decir ¿somos capaces de trasladar estos aspectos «culturales e identitarios» que tienen que ver no solo con lo simbólico de lo singular sino sobre todo con aquello que tiene que ver más con los comportamientos, con nuestras propias formas de hacer y con nuestro propio propósito como territorio?.

Son preguntas para un debate que cada quien debería dar respuesta, como usuaria y usuario. En mi caso hemos estado en Galizia y volvemos con esa sensación que tiene que ver con su autenticidad real, en especial en determinadas zonas, pero también hemos vivido cómo lo auténtico está dando paso a la seducción por la seducción y está logrando, para mí, alejarse de aquello que lo definió en su día. Entre la Costa da Morte o Sanxenxo, Galizia es ambas, pero no es la misma.

Probablemente sea todo: lo querido, lo de siempre y lo buscado, como en todos los destinos. Pero una vez más en la lucha entre identidad, singularidad y seducción, las marcas territorio luchan más veces contra sí mismas que a favor de ellas frente al resto.

Pasa también cuando hablamos de marcas en el resto de sectores, que muchas veces el verdadero debate se dicta entre la «identidad «y «aquello que se lleva», tratando de acercarse a la moda y alejándose de aquello que siempre nos definió y que mostró por tanto una personalidad propia que es lo que quizá se busque más, en estos periodos de vacaciones y cuando no lo son, también. Acercarse a la seducción «como el resto» tiene el peligro de un efecto «deja vù» que al final va en contra tuyo, porque si algo se parece a otra cosa, es esa otra cosa la referente. Y tú, no.

Ahora que llegan tiempos de análisis, números y estadísticas, de visitantes, pernoctaciones, consumo (estaría bien conocer el número de litros que venden las gasolineras de cada territorio para cerciorarte sobre qué tipo de marca territorio eres), probablemente se retomen nuevas estrategias, se modifiquen otras o se desdeñen otras acciones de cara a la próxima temporada. Pero la gran pregunta seguirá quedando de nuevo flotando las salas de reuniones.

¿Realmente transmitimos lo que somos? ¿Realmente quien viene percibe lo que somos en realidad? ¿o es una ficción alejada de nuestra cultura, meramente seductora y ya?

Me gustaría pensar que a lo largo de los próximos meses habrá construcciones de respuestas en este sentido, o al menos, reflexiones conscientes de ello. Siento cierta pérdida de identidad en muchos espacios, ganando el «ser como» al «Ser», que permitirá reforzar más una imagen acorde con la identidad, desde dentro hacia fuera, y que pueda lograr ese vínculo que la gente busca –buscamos– cuando salimos fuera de nuestras propias fronteras.

Me gustaría pensar también que se «sienta» (del verbo sentir) que la marca territorio tiene mucho más que ver con una visión sistémica de la marca que no con un mero aspecto de marca-atractiva-de-turismo, porque es entonces cuando se produce «esta lucha interna» que se dirime cada época estival y que se traslada al resto del año: ¿somos realmente lo que mostramos? ¿o mostramos lo que somos?.

Ahora que comienza el curso (el de verdad, no el natural de enero) es cuando estas preguntas deberían aparecer con más fuerza. Lo que construyes a lo largo del año, como en la agricultura, es lo que recoges en una parte del año. El problema está en si ese producto que recoges consigue ser lo suficientemente diferenciador, con personalidad y con atributos para ser reconocibles y atractivos para hoy y para el futuro. De lo contrario, pasaremos a una lista de lugares recorridos sin el subrayado fosforescente de «volver a ir», y quedarse en un mero «ya estuve». Y esto sería un gran fracaso.


2 commentarios

Enrique Uviedo · 14/09/2022 a las 20:12

En primer lugar darte la enhorabuena por el artículo, me ha parecido una reflexión excepcional sobre lo que significa la gestión de las marcas territorio que, intuyo, va mucho más allá del propio turismo aunque este sea un eje o tiene una relación causa-efecto importante en esa gestión de marca.
Como aficionado a viajar por el mundo (menos de lo que me hubiese gustado últimamente) es totalmente cierto muchas de las cosas que explicas y planteas en el artículo, en muchas ocasiones me he encontrado con ese dilema de si lo que veía era «fruto de la expresión de lo auténtico o bien es un resultado de la artificialidad de lo singular», me acaba de ocurrir en Oporto ciudad que no conocía y que por otro lado me ha fascinado. Tuve la sensación de que están perdiendo su propia identidad, su esencia por «querer parecerse» a otros destinos turísticos en el mismo Portugal, error total desde mi punto de vista pero probablemente como bien dices vivimos en la «sociedad de la seducción» y parece que esto («business is business») prima sobre «la expresión de lo auténtico» y probable o desgraciadamente, sobre todo lo demás.
Supongo que todo pasa por definir muy bien el PROPÓSITO (sí, con mayúsculas)como territorio y para eso debería estar al margen de «clanes políticos» y tener muy en cuenta a los lugareños que, desgracidamente, suelen tener poca voz y voto sobre estos temas.
Aunque me repita, ¡enhorabuena, me ha encantado el artículo! y trataré de leer a Giles Lipovetsky, parece interesante lo que plantea.
Saludos y gracias

    Juanjo Brizuela · 21/09/2022 a las 19:13

    Enrique:
    Primero de todo, mil gracias por pasarte por el blog y sobre todo por responder. Me hace muchísima ilusión.
    Oporto es un buen ejemplo, como bien mencionas. Hay una parte que tiene que ver con su identidad que es lo que le da encanto pero por otro lado se dejan llevar por eso que te puede asegurar las masas, más allá de proyectar lo que realmente te hace auténtico, no únicamente atractivo. ¡vaya diferencia entre estas dos palabras, verdad?: auténtico vs atractivo.
    Te recomiendo sin duda a Lipovetsky. Da siempre muchas claves.
    Reitero el agradecimiento… y nos vemos pronto Enrique.

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